miércoles, 17 de marzo de 2010

Futbología


El objeto contundente lo lanzó un individuo aislado, no hubo invasión del juego y el Villamarín no está percibido de sanción. La comisión de disciplina va exponer una falta no considerada muy grave, sólo grave. Pero Villar tiene que entrar de oficio contra los presidentes, no se puede perjudicar a la afición completa. Una multa de tres mil euros y que escarmienten, y ya verás si Lopera se tiene que aflojar el bolsillo como no excita más la violencia en los terrenos, y así se previene”.

Caminaba lento el nuevo proyecto de Ave con destino a Málaga mientras servidor esperaba el dictamen del Comité de Competición sobre los incidentes en la Copa. Cometí el error de hablar del tema por teléfono. Mi compañero de asiento resultó ser consumado experto en práctica jurídico-deportiva, consecuencia de su formación tras años de lectura del As. Preguntó si tenía noticia del fallo, intuyó que compartía viaje con un periodista, y expuso su parecer (releer el primer párrafo). Yo había repasado los estatutos federativos por la mañana, y tenía clara la consideración del hecho como “falta muy grave”, aunque no intuía la contundencia con la que se pronunciarían los jueces deportivos, ni tenía ganas de tertuliar. Subí el volumen de mi emepetrés y dejé al letrado a solas con su argumentación.



Ese día los políticos dividían de nuevo las Españas con la “rebaja” de la condena al asesino De Juana. Se me ocurrió que pocos (yo no, desde luego), se han preocupado por analizar los fundamentos legales en los que se basaba el Gobierno para atenuar las condiciones de encarcelación al huelguista etarra. Pero todo humano sin excepción tiene una idea experta sobre por qué se debería cerrar el estadio del Betis. Igual que todos sabíamos (salvo Capello) cuáles eran los males del Real Madrid, y por qué España CF nunca destacaba en Mundiales o Europeos, o cuál fue el “truco” con el que Villar suspendió el cierre del Camp Nou cuando “lo del cochinillo”, las causas de tanta lesión en el Valencia, o por qué a Ronaldo le dan tantas patadas, pobrecito.



Y así, en la hora que tardó el trenecito desde Antequera a Málaga, el aburrimiento me llevó a pergeñar una nueva titulación universitaria que eduque en saberes que hoy se transmiten de modo artesanal en barras de bar, peluquerías y demás centros culturales-deportivos: una Licenciatura en Futbología. Con cinco cursos que incluirían asignaturas de Medicina y Fisioterapia (para el tema de las lesiones, su diagnóstico y tratamiento), de Derecho (reglamentos de juego y sancionadores, estatutos, contratos, cláusulas, administraciones judiciales y todo lo relacionado), de Religión (para no perder la fe en los malos momentos) de Educación Física (para la táctica y la preparación del jugador), de Comunicación, Protocolo y Relaciones Públicas (por si hay que hacer algún discurso, comunicado, narración o crónica), de Astronomía (lo de España debe ser cosa de las estrellas, a ver que pasa en Sudáfrica), de Económicas y Empresariales (para el gasto en fichajes y demás gestiones monetarias de un club), de Geografía (para saber dónde está Zurich, y los torneos juveniles más lejanos a los que se puede ir a costa del club a fichar a futuros genios), de Biología (las claves para que el césped no sufra ni se estropee), y por supuesto, Filología y Traducción (hay que saber, mínimo, inglés, francés e italiano para insultar a los rivales foráneos y coleguear en los palcos). De ese modo, cuando alguien amenace con exponer sus teorías sobre los asuntos de rabiosa actualidad balompédica, al menos se le podrá exigir la titulación homolagada por Bolonia. E incluso, aceptar su consejo, siempre que sea fútbologo.



P.D.: Ocurrencia de última hora. El Decano de la Facultad sería Jorge Valdano, que es muy listo y sabe de todo. Me dispongo a elaborar el claustro de profesores, e informaré de mis progresos en próximos "post", "blogs", o como se llame esto. Por si alguien está interesado en los estudios, vamos.

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