Creo que os lo decía ayer. No me gusta el
pancarteo. Creo más en el movimiento que en la manifestación. Esta moda de gestos que se quedan vacíos
en ná y menos me inquieta. Me eché a la calle el 12 de marzo de 2004, y lo hice por susto, por miedo, por rabia, por incertidumbre.
Nunca mais, que yo recuerde.
Y es, básicamente, porque me pone de los nervios que alguien me trate de imponer su pensamiento único, que alguien decida por mí qué es correcto, qué está bien y qué no. Era fan del
“Richal” en
Siete Vidas, pero su dueño me cae
gordísimo (me dicen que, por supuesto, anda por
Sol estos días). Al margen de las ideas, sin entrar en los fondos ni en la razones. No aguanto a los
Bardem doctrinales de la vida, la política, el fútbol, como tampoco a los
Foros por la vida, la familia, la protección del
pato congoleño,… que se quieran adueñar de ideas que no tienen colores ni siglas.
Claro que estoy preocupado por la situación del país, por los temblores del mundo, por el paro, por la deriva incierta que se intuye, por el recorte real de libertades, dentro y fuera. En este país, si hablas contra lo que manda, te la juegas (hemos avanzado poco, en este temita). Estoy preocupado por el promovido camino hacia el An
alfabetismo Real que transitan los niños y niñas, los jóvenes y las
jóvenas. Me asusta que algunos, unos cuantos, vayan a Sol sin saber a qué, por qué, que vean en el
kilómetro cero una placa que habla de los héroes del
2 de mayo y crean que es un homenaje a los que montan
botellones en otra Plaza más al norte.
Estos días, por lo que he leído, pedimos cambios en la ley de partidos, cambios en el sistema electoral (que levante la mano quien sepa qué es
D’Hont, cómo funciona, por qué se optó por éste), la nacionalización de los bancos,… Me parece estupendo que pidamos lo que queramos. Somos libres de pedir. A mí, sin una opinión formada, me gustaría saber, a continuación, si la alternativa al inválido sistema político que nos ha costado estabilizar treinta años es un
federalismo al estilo
Alemania, un
presidencialismo al estilo
Yuesei, una mezcla de todo al estilo
Francia, un
sistema único como el de
Suiza, el
comunismo de
Cuba o el
látigoyarrozparatodosismo de la primera potencia económica mundial y futura mecenas del planeta… (tirando de mis apuntes de Instituciones Jurídico-Políticas Contemporáneas).
Tampoco sé si el fervor popular lo hemos aprovechado para armar una propuesta real en forma de
iniciativa legislativa popular, que es un instrumento que nos da a los ciudadanos nuestro ordenamiento jurídico para poner sobre la mesa asuntos o propuestas que nos interesen (vale que no sirve para las leyes de base, en la Constitución, o en su parte de libertades, derechos fundamentales, etc… Pero podíamos empezar por ahí, si somos suficientes, claro).
Estos días condenamos dictaduras, dejamos de ver un
ratito a nuestros ídolos
discotequeros del
Gran Hermano para gritar
"televisión, manipulación", olvidamos nuestra historia, sentenciamos monarquías y creemos haber recogido el testigo de los hermanos egipcios (a mi me da que, modestamente, no es aquel nuestro caso, afortunados), pero no acometemos la tarea real de decidir si queremos una república como la de principios del siglo XX, o un festival de alianzas, partidos y siglas como la de aquellos años que el bipartidismo se fue a pique (no
Piqué, que no hablo de fútbol). ¿Queremos aquello, que funcionó tan bien, o queremos algo distinto?
Y así podría seguir, preguntándome qué queremos, o qué quieren y cómo proponen guiarnos hasta
un nuevo mundo feliz, en concreto, los que piden, acampan y obligan a una interpretación “laxa” de las leyes (oportuna y lógica en este caso, pero veremos si en otros también) para evitar males mayores, espero, a pesar de lo que está obligado a decir por ley la
Junta Electoral.
Conste que, como toque de atención a todos, en general, el gesto me parece relevante, aunque no tengo ninguna fe en que cale a medio plazo. Por eso, cuando acaben las concentraciones, y votemos (votéis), ganen unos u otros, yo me preguntaría, e intentaría que todos los manifestantes se preguntaran: “¿Qué hago yo, además de manifestarme, por hacer que las cosas mejoren? ¿Cómo intento ser mejor ciudadano, mejor convecino, mejor profesional,…?”. Personalmente, me suelo decir a mí mismo que la revolución nace del compromiso individual de las personas, de los jóvenes que atienden a los mayores, de los mayores que enseñan a los jóvenes, de todos los que quieren aprender día a día, y hacer cosas en su pequeño o gran universo. O al menos, intentarlo. Construir, crear, gritar
sí a algo.
Me estoy re-leyendo y me estoy asustando, así que no diré mucho más. Solo una cosa, o dos: que me perdonen los que se sientan injustamente incluidos en esta generalización. Y acabo: si vamos por la vía de acción única de los grupos sociales, las iniciativas cibernéticas, las
quedadas tuiteras, los gestos, los gritos, las pancartas, los lemas
chorras, la pataleta y las sentadas y acampadas en iglús de
Quechua, los desafíos y el
yo, no a todo, hasta que venga otro a arreglar nuestros problemas, mal vamos (la
Vida Real no está en el
feisbú. La vida comienza cuando cerramos nuestro perfil). Parezco un señor mayor y
quejica. A lo mejor lo soy. Pero este finde, la
Puerta del Sol no me pilla de paso: tengo que seguir con la mejora de mi inglés, y un par de libros que leer, un
partido internacional amistoso de niños que montar, varias noticias que escribir, y una maleta que hacer. Vamos, Argentina!!!!!!!