Julio 2011. Se montó en el avión y durmió del tirón entre Madrid y Bogotá, mientras el resto revoloteábamos inquietos camino del Mundial Sub-20 de Colombia. El bebé del grupo despertó para el aterrizaje, nos presentamos, empezó a enredar, y no ha parado, que yo le haya visto, hasta el día de hoy, que se pondrá serio, nerviosillo aunque lo intente disimular con su sonrisa de veinteañero ligoncete, para firmar por el mejor club del mundo.
Isco es un juguetón incansable, agotador, cansino. Es un malagueño perita. Es un futbolista de la calle, aunque digan que ya no existen, de los que son felices con un balón en los pies. De los que ríen inventando maldades en los terrenos de juego. De los que trabaja, prueba, ensaya, hasta aprender el regate más difícil, el tiro a puerta que entra lamiendo la escuadra, el balonazo al botellín de agua más lejano. De los que baja corriendo del bus, pide una pelota a los utilleros, y pisa el césped con ansiedad, imaginando siempre cómo atacar la portería contraria jugando al más difícil todavía con los colegas.
Isco es alegría dentro y fuera de los terrenos de juego. Es aire fresco para el Real Madrid, para la Selección Nacional. Jamás olvidaré la sonrisa ilusionada de Vicente del Bosque, en Schruns (Austria), un día que el novato inventaba pases de artista en un rondo, recién llegado a la Absoluta , antes del Europeo de 2012, para entrenar unos días con los mayores. Pronto volverá para quedarse, y juntar genio con Iniesta, Silva, Mata, Pedro, Navas, etc…
Ha elegido como todos hubiéramos elegido, cuando fuimos niños. Ha cumplido el sueño de cualquier chaval de los que juegan al fútbol en las calles del barrio, en Málaga, en el Arroyo la Miel. Si hubiera ido con Pellegrini, igual las cosas serían más fáciles, pero futbolistas como Isco están hechos para desafiar los retos más grandes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario